miércoles, 29 de junio de 2016

Explorando Conectar Igualdad


El caso del Programa Conectar Igualdad es anecdótico en la región, tanto por su propuesta pero más por sus dimensiones. Si bien Buckingam expresa que el intento de los gobiernos en insertar la tecnología en la educación, "se percibe como un medio indispensable para formar una fuerza de trabajo capacitada y para competir en los mercados globales.", el Plan Conectar Igualdad surge como decreto del gobierno nacional N°459/10, con un fuerte objetivo de reducir la brecha de acceso a las nuevas tecnologías, un objetivo enfocado en la inclusión social.

Muestra de esto es que la coordinación del programa estuvo bajo el ala de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) y no bajo el ala del Ministerio de Educación, aunque si este formaba parte del Directorio. En este caso, hablo en pasado porque hay cuestiones que actualmente se están definiendo, muestra de ello es la no actualización del sitio y la cantidad de vínculos que se encuentran rotos, asociado a un cambio sobre las políticas de continuidad que indicaría que pasaría a la órbita de Educar, observable a través del lanzamiento del PLANIED, Plan Nacional Integral de Educación Digital que tiene en su portal como programas al mencionado y al Plan Primaria Digital.

Volviendo sobre el análisis del Programa Conectar Igualdad, este está en el marco del modelo 1a1, es decir un modelo de entrega de 1 equipamiento por persona destinataria. Los destinatarios naturales fueron cambiando con el tiempo hasta llegar actualmente a todos los estudiantes de escuelas secundarias públicas, escuelas especiales, estudiantes de profesorados, docentes de todos estos ámbitos en funciones activas (incluyendo cargos jerárquicos, de planta y supervisores).

Ahora bien, el objetivo es fuertemente social, pero la distribución del equipamiento se realizaba a través de las instituciones educativas, lo que implicaba una oportunidad de poner en relieve las prácticas de enseñanza. Junto con la distribución de equipamiento se desarrollaron varias líneas de trabajo en coordinación con otras instituciones en torno a la formación inicial de docentes, formación continua de docentes en actividad, acompañamiento a los equipos de conducción, elaboración de materiales impresos y digitales, seguimiento y evaluación del programa, entre otras. En palabras de Sileoni, esta se constituía en la oportunidad de "recuperar la centralidad de las prácticas de enseñanza, dotarlas de nuevos sentidos y ponerlas a favor de otros modos de trabajo con el conocimiento escolar".

En este sentido el programa adhiere la mirada social de la tecnología, como mediadora, una visión superadora de lo instrumental que se encuentra en línea de lo que Buckingam define como un desafío: "tenemos que definir y promover nuevas formas de “alfabetización digital”, extendiendo y quizás reconsiderando nuestros conocidos enfoques críticos en relación con los nuevos medios como los juegos de computadora e Internet." (Buckingam, 2006), y no se detiene aquí, sino que complejiza la mirada sobre las prácticas de los adolescentes y los docentes, invitando a una mirada que se aleja de la representación sobre "los jóvenes de hoy como nativos digitales, tecnológicamente preparados y
autosuficientes, sólo porque han crecidos familiarizados con internet" (Casanny, 2012)

En la misma línea pero desde otra arista, superada la brecha del acceso, con todas las dificultades que aún podemos encontrar, se encontraban otras brechas, relacionadas con los usos y vinculadas con las concepciones sobre los jóvenes, sobre la enseñanza y sobre el aprendizaje en general. La brecha sobre las prácticas dentro y fuera de la escuela, con y sin presencia de dispositivos: la brecha de la continuidad tecnológica. Buckingam y Cassany por su parte, nos invitan a visibilizar la brecha de usos que se da fuera y dentro de la escuela, y sobre la desvalorización de las prácticas no escolares, como la escitura y la lectura, afirmando que "los estudios recientes de literacidad destacan el papel relevante que tienen las formas de leer y escribir en las esferas privadas y ociosas" (Cassany, 2012). Un ejemplo del autor nos sirve para entender esta brecha. Cassany se pregunta en torno a la historia de una estudiante de secundaria (Mei) que ha desaprobado Literatura pero que en sus tiempos de ocio es una bloggera profesional con variadas competencias de orden complejo "¿Internet ofrece a Mei mejores condiciones que la escuela para practicar la lectura y la escritura? ¿ella aprende más en la red que en el aula? ¿esto es también cierto con otros lectores débiles que no se sienten atraídos por la escuela?"

En este aspecto el programa dedicó varias líneas de trabajo con estudiantes que incluían desde festivales conectar, hasta talleres autoasistidos en línea bajo la plataforma talleres conectados, en un intento de "construir espacios de contacto entre estos dos mundos, el vernáculo y el académico, y asumir que la lectura y la escritura no es una práctica exclusiva de la escuela" (Cassany, 2012).
Sin dudas, queda mucho por hacer, la escuela como institución tiende a escolarizar todo intento de innovación, las prácticas tradicionales se reproducen aún con dispositivos tecnológicos, el currículum no ha sido reformulado y tampoco el formato escolar, desafíos para poder acompañar como escuela a la formación de los ciudadanos de la sociedad actual.

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